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BUENOS AIRES- BARILOCHE

CITROËN C4 PICASSO: SE HACE CAMINO AL ANDAR


Queríamos hacer una prueba distinta, y aprovechando nuestra sección “Tiempo Viajes” (también podés encontrar la nota en Test acompañado por sus respectivas tablas) pensamos que podíamos alejarnos del test drive convencional para fusionarlo con una amena y descontracturada nota de turismo. El destino final fue Bariloche aprovechando las últimas nevadas, y para viajar hasta allá qué mejor que uno de los monovolúmenes más confortables, espaciosos, modernos y equipados del mercado: el Citroën C4 Picasso.

Sólo en una profesión como la nuestra se puede mezclar el trabajo con las vacaciones, sin que esto signifique odiar a tu jefe. Por ejemplo en este caso, nos fuimos a San Carlos de Bariloche para pasar el receso laboral y para eso pedimos a Citroën un C4 Picasso 2.0 nafta con caja automática, un modelo que todavía no habíamos probado, aunque sí a su hermano mayor el Grand C4 Picasso, en sus dos variantes de motor, y que por otra parte nos sirve para mostrar los sutiles cambios estéticos que recibió hace unos meses en el sector de la trompa: parrilla más moderna con el nuevo doble Chevron de flejes con nervadura central y aristas menos duras y más redondeadas.

SI FUERA UN VIAJE DE AVION, SERIA BUSINES
Este viaje llevó meses de preparación, muchas idas y vueltas, gente que se subía y se bajaba… ¡¿Cuántos somos?! Cinco máximo. Es que a diferencia del Grand C4 Picasso que tiene 7 asientos, el C4 Picasso cuenta con cinco plazas, ¡pero qué cinco plazas! En mi último viaje a la costa me había tocado viajar atrás en una Meriva con dos personas más, y no quería estar en el lugar de los que tuvieran que soportar los más de 1.500 km que distan de Bariloche en esas mismas condiciones de habitabilidad.

Sin embargo no estaba teniendo en cuenta que las plazas traseras del C4 Picasso no son las del Meriva, y eso que el monovolumen de Chevrolet es espacioso. Es que el C4 Picasso tiene tres butacas individuales anchas, que se desplazan longitudinalmente, se reclinan y se rebaten de manera independiente. La principal diferencia respecto de la mayoría de los autos es que el que viaje en la plaza central va tan cómo como los de los costados. Y además, tanto a la altura de los hombros, como en la distancia de rodilla a las butacas y de la cabeza al techo, el espacio sobra.

De todas formas hay que hacer una salvedad. Una de las tres personas que viajaron atrás era un niño de cuatro años con su respectiva sillita, que ocupa más lugar que un adulto entre otras cosas porque se trata de una estructura rígida que no se puede acomodar al espacio existente como hace uno con el cuerpo cuando falta espacio.

Y qué mejor prueba de habitabilidad para un auto que la incorruptible sentencia de un niño desacostumbrado a viajar en auto, que tuvo que hacer todo el viaje aprisionado en su sillita carcelaria. Y no es que Benicio sea particularmente dócil a la aceptación de las reglas, sin embargo soportó con cierta tranquilidad su encierro prolongado, y esto se debió en gran a que en el C4 Picasso no se siente la claustrofobia típica de los viajes largos, no sólo por la amplitud de todas sus cotas interiores sino además por el impresionante techo solar panorámico (de vidrio) que no sólo hace un aporte invaluable en luz natural sino que además te da la sensación de aún mayor amplitud.

Además hay que sumarle el parabrisas también panorámico, que hace que llegue casi hasta arriba de la cabeza del conductor, con un parasol deslizable que se puede correr hacia delante en caso de necesidad.

DONDE EL DIABLO PERDIO LA COLA
 El viaje comenzó un viernes a la noche. Bariloche es un destino muy común, y si bien hay muchos caminos posibles para llegar, hay uno que es el más conocido: vía Santa Rosa y la famosa, pero no siempre bien ponderada, Ruta del Desierto.

Se sale por Acceso Oeste hasta Luján donde se empalma con la Ruta Nacional N° 5 en dirección a Mercedes, hasta llegar a Santa Rosa. Desde allí se toma la Ruta Nacional N° 35 en dirección al sur, y luego RN 152 pasando por General Acha. Esta empalma con la RN 143 y finalmente se toma la Ruta Nacional N° 20, que no es otra que la Ruta del Desierto. Luego RN 151 hasta Neuquén, y de ahí RN 237 por Piedra del Aguila para tomar finalmente la paradigmática Ruta 40 que te deja en Bariloche. Siguiendo este camino, se calcula una distancia de 1.563 km, con un tiempo estimado de 19 horas.

Sin embargo, nosotros quisimos explorar nuevos horizontes. Es que no nos gusta ir por donde va el rebaño. Y preferimos la aventura de lo desconocido, aunque esta política depara inconvenientes que de ninguna manera faltaron en nuestro viaje de ida.

Primero que nunca pasamos por Santa Rosa ya que en lugar de la ruta 5 salimos de Buenos Aires por la autopista de la RN 205. Pero cuando pasamos Cañuelas, en vez de tomar la ruta 3 seguimos por la 205, aunque para esa altura se trata de una vía de un solo carril por mano.

Por este camino experimental conocimos una serie de rutas provinciales, todas de tránsito local entre pueblo y pueblo, por donde se ve que, años atrás, el diablo fue perdiendo la cola: con la 65 pasamos por Daireaux, con la 60 pasamos por Carhué y en la 18 nos sorprendió la madrugada en Macachin, donde paramos a desayunar y cargar nafta. La ventaja de este trazado es que hay menos tránsito, pero se trata de rutas realmente agrestes, con asfalto en mal estado y una señalización muy deficiente.

De esta forma poco convencional fue que llegamos a tomar finalmente la ruta nacional 35. Esta extensa y alejada vía de circunvalación que rodea la Capital desde Río Cuarto en Córdoba hasta Bahía Blanca en Buenos Aires, pasando por Santa Rosa, nosotros la tomamos sólo por un tramo de apenas 22 km, desde la RP 18 hasta la RN 152. Por ésta última hubiéramos podido empalmar con la RN 143 y luego la RP 20 (o Ruta del Desierto) para llegar sin sobresaltos a Neuquén por la 151, vía Catriel. Pero nada de esto sucedió.

Es que en vez de tomar la 143, decidimos seguir de largo por la 152 para pasar por el Dique Casa de Piedra. Esto, de por sí, no hubiera significado un error o un problema en particular, de no ser porque nuestro plano era viejo, y según esa antigua cartografía la ruta que conducía al dique era la provincial 106. Hoy en día, la RN 152 pasa por el recorrido que antes hacía RP 106, y viceversa, es decir que cambiaron de nombre. De modo que en vez de seguir hacia el oeste, tomamos hacia el sur por la 106 guiados por los carteles al costado de la ruta (que estaban actualizados), y así fue que nos desviamos -sin tener ni la más mínima intensión-, hacia el capítulo más emocionante de nuestro viaje.

La ruta comenzó a empobrecerse. La señalización pasó de ser mala a nula. El asfalto tenía cada vez más pozos de modo que la proporción asfalto/tierra se fue alterando de manera decreciente, hasta convertirse en una bombardeada cinta asfáltica apenas unos centímetros más ancha que la trocha de nuestro C4, en medio de un desierto sin nombre.

A todo esto, nuestra última carga de combustible había sido en Macachin, unos 270 km antes del involuntario desvío y la aguja del tanque de nafta, que ya había pasado la mitad de su recorrido, comenzaba a convertirse en uno más de los síntomas de la desolación y la sequía. Era un mediodía que rajaba las piedras, y lo único que aportaba algo de engañosa tranquilidad era la presencia de una estación de servicio a 100 km, anunciada por esporádicos carteles.

Aunque sus letras apenas visibles, gastadas por el viento y el sol, debieron habernos advertido el peligro: cuando llegamos, esta supuesta área de servicios estaba desde hace años abandonada: sólo quedaban los cimientos y cuatro resecos surtidores viejos. Era el fantasmagórico pueblo de Gobernador Dubal, en el límite provincial sobre el Río Colorado.

Hacía 15 horas que estábamos a bordo del C4 y el ánimo de la tripulación comenzó a flaquear. El mal humor y la desesperanza se hicieron presentes en algunos de los compañeros, mucho más cuando advertimos que el tramo final de la supuesta RN 152 (que en realidad era la provincial 16), desde el empalme con la transitada RN 22 (Neuquén – Bahía Blanca) y por un tramo de casi 50 km, estaba siendo repavimentada, razón por la cual debía circularse por un camino alternativo, tapizado de piedras y lleno de pozos que obligaba a un tránsito poco eficiente en términos de consumo de no más de 40 km/h.

Finalmente, salimos a la ruta 22 donde volvimos a ponernos en contacto con la vida y la urbanización. Pero hasta Chichinales, donde estaba la primera estación de servicio, nos quedaban 40 agónicos km, que fueron recorridos con luz de reserva encendida y a 80 km/h para minimizar el gasto de nafta.

El resto del viaje transcurrió con normalidad, si hasta tuvimos tiempo de parar en Neuquén para tomar un té en casa de familiares. Cerca de las 6 de la tarde salimos de la capital provincial y llegamos a Bariloche a las 10 de la noche, luego de 22 horas de un viaje por momentos descontracturado y por momentos tenso, pero siempre inusual.

UN AUTENTICO GRAND RUTIERE
El desvío involuntario que nos puso fuera del alcance de las estaciones de servicio puso de manifiesto uno de los defectos del C4 Picasso naftero que ya habíamos advertido apenas salimos de Buenos Aires. Este motor de 2 litros y 143 CV no es un canto a la avanzada, pero tampoco es particularmente gastador. Sin embargo, puesto en una carrocería de una tonelada y media, de mayor superficie frontal que la de un mediano clásico y en combinación con la caja automática de 4 velocidades, hace que el consumo (y por ende también la autonomía) sea uno de sus defectos para encarar largos viajes.

Pero para evaluar si un auto es bueno para emprender un viaje de este tipo, hay otros aspectos de análisis además de la habitabilidad y el consumo. Por ejemplo, el baúl. El C4 tiene una capacidad de 605 dm3 con las butacas corridas para adelante, que se reduce a 500 con las butacas reclinadas y tiradas hacia el tope de atrás.

Es enorme y todos los bolsos de cinco personas para una semana (incluida la jaula con el loro) entraron sin problemas. Además está muy bien insonorizado y tiene un andar muy confortable, algo que agradecimos (como al aire que respiramos) durante nuestro accidentado viaje por la bombardeada ruta provincial 106.

Buen recorrido de una suspensión blanda en complemento con unos neumáticos de perfil elevado (215/55 sobre llantas de 16”) que mejoran el confort y resisten el daño en tránsito por zonas de rocas sueltas y pozos.

Por otra parte el equipamiento define una excelente vida a bordo. El C4 Picasso tiene climatizador automático de cuatro vías que le permite a los de atrás regular la temperatura de manera individual. También tiene velocidad crucero, encendido automático de luces, volante multifunción, radio con CD, MP3, Bluetooth y entrada AUX y USB. En seguridad tiene 6 airbags, ESP desconectable, ABS, freno de mano automático y ganchos Isofix.

El motor es suave y progresivo, es decir poco brioso, y la potencia y torque que entregan son más que suficientes para moverse con soltura. Pero la caja de cambios atenta contra las prestaciones y el consumo ya que desperdicia unos cuantos caballos. En ruta, además de mucha superficie frontal y un Cx poco aerodinámico, tiene relaciones con un escalonamiento medio complicado. De todas formas, si bien es alto, hay que aclarar que el consumo está dentro del promedio de los monovolúmenes familiares de gran porte: 14 l/100 km en ciudad y 11 l/100 km a 130 km/h.

La cuarta no le permite ir muy descansado que digamos: a cien viaja a 3.000 rpm. Además de algunos tironeos que afectan el confort a bordo, la caja es un poco lenta en el paso de cambios y existe una cierta velocidad en la que la tercera es corta pero la cuarta le queda larga y tiene poco torque. La velocidad máxima real es de modestos 175 km/h y para el 0-100 km/h se toma 13,6 segundos. Igual nadie le va a pedir deportividad mientras los niños se sientan como en su propia casa.

El C4 Picasso cuesta 186.000 pesos y tiene una garantía de sólo 2 años. Extrañamente, no tiene rivales directos ya que la mayoría de los monovolúmenes que podrían calificar tienen siete plazas y compiten contra el Grand C4 Picasso. El que más se le acerca es el Dodge Journey, aunque este tiene una carrocería más cercana al SUV/Crossover que al monovolumen familiar. Y desde ya sería injusto compararlo contra modelos de origen regional. En conclusión, es un precio elevado pero que responde a la calidad del producto.

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