El programa británico Fifth Gear hizo un curioso test de choque con un Focus de primera generación al que hizo chocar a 190 km/h contra una sólida e inconmovible pared de concreto. No es que esta prueba vaya a aportar datos fundamentales a la seguridad vial por varias razones. Primero que nadie choca a esa velocidad contra una pared, a lo sumo lo hace contra otro auto que sí se deforma y por lo tanto los daños para cada auto son menores. Después que adentro del auto viajaban dos pobres y pelados maniquies, y no los expertos dummies, que tienen sensores que luego son material de estudio.
Los test de choque frontal del EuroNCAP son a sólo 80 km/h y eso basta para que toda la trompa del auto quede destruida y compactada. De modo que a dos veces y media esa velocidad era de esperar que ni siquiera puedan sacar a los muñecos de adentro de la verdadera bola de hierros retorcidos que quedó. De más está decir que ni los cinturones ni doscientos airbags van a salvarte de la muerte en un choque de estas características, ya que más allá de los golpes o apretones, el cuerpo humano no está preparado para resistir una desaceleración tan brusca.
Pero más allá del escaso aporte a la seguridad vial que aportó la experiencia, es muy interesante ver como el auto comienza a comprimirse progresivamente desde el paragolpes delantero hacia atrás. También es curioso cómo a medida que se comprime, el chasis y la carrocería se pliegan y la cola se levanta dando un salto hacia arriba. Luego cae boca abajo quedando el auto tumbado hacia delante, con el portón del baúl mirando hacia el cielo.