Desde que se desató la crisis político-económica en 2001/02, la demanda del cliente en el país se ha ido concentrando en los vehículos nafteros. Es que la equiparación de los precios del Diesel y la nafta y la posibilidad de reconvertir éstos últimos a GNC agudizaron la tendencia.
Sin ir más lejos, desde el 2002, los registros sectoriales arrojan que la venta de vehículos nafteros se incrementaron 938%, mientras que las de los Diesel tan sólo avanzaron un 36%, de acuerdo a un estudio elaborado por la consultora Abeceb.com que dirige el economista y ex secretario de Industria, Dante Sica.
Repasando un poco la tendencia, la historia señala que a fines de la década del ‘90, el consumo de autos particulares (excluyendo los comerciales livianos y pesados) mostró un importante repunte en las versiones Diesel, pese a la preponderancia en el mercado de los vehículos a nafta. Esa tendencia alcanzó su punto máximo un año después de la salida de la convertibilidad, cuando los gasoleros llegaron a cubrir casi un 36% de las ventas totales, mientras que esta proporción llegaba al 11% allá por 1993.
No obstante, a partir de la recuperación de la crisis el avance de los nafteros fue superior, llegando a alcanzar un crecimiento interanual del 35%, mientras que los Diesel crecieron un 4 por ciento. Así, desde el 2002, las ventas de los primeros aumentaron 938% mientras que la de los segundos sólo 36 por ciento, señala Abeceb.com.
Con un mercado que se encamina a registrar un nuevo récord de ventas, se estima que en este 2010 la divergencia entre ambos combustibles parece profundizarse. Lejos del máximo alcanzado
"Históricamente siempre existió una brecha entre ambos combustibles como consecuencia de una política impositiva para fomentar el sector productivo y subsidiar el transporte público. Así, durante el período 1996 – 2002, muchos consumidores se volcaron a la compra de unidades Diesel aprovechando el alto diferencial de precios que compensaba el mayor valor de venta de mercado de estos vehículos con respecto a los nafteros".
No obstante, dicha brecha fue achicándose en los últimos años, incentivando nuevamente la compra de automóviles a nafta. "Mientras que en el período de máximo auge la relación entre el precio de la nafta común y del gasoil marcó un promedio de 1,77 (es decir, por el precio de un litro de nafta se compraban 1,77 litros de gas oil), en los últimos años ese valor fue de 1,12. Asimismo, la relación con la nafta súper cayó desde 2,14 a 1,30".
En cambio, el diferencial de precios de los vehículos 0 km entre los dos tipos de motores se ha mantenido en el tiempo. Por ello, a diferencia de fines de los ‘90, hoy en día para los consumidores no es tan rentable pagar un precio mayor por la compra de un vehículo impulsado por gas oil dado que el ahorro por usar dicho combustible en vez de nafta no lo justifica.
De esta manera, “la posibilidad de reconvertir los autos originalmente nafteros a GNC permitió que la tendencia se acentuara aún más” señala el informe y destaca que además “hoy en día los vehículos de alta gama que se lanzan al mercado tampoco son compatibles con la calidad del gasoil local”.
Además, indican desde la consultora que “las eventuales complicaciones en el abastecimiento de combustibles en los últimos años fueron más severas en el caso del gasoil, debido a que es utilizado por el transporte pesado y la maquinaria agrícola. Este factor también podría haber influido en la evolución del mercado”.
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