El barro es uno de los obstáculos más difíciles cuando te lanzás a esta aventura de conectar la doble tracción. Es un arma de doble filo, por lo divertido y por lo complicado. Puede ser muy divertido… hasta que te quedás encajado y llega el momento de arremangarse los pantalones hasta las rodillas para usar eslingas, palas o planchas.
El primer consejo que podemos darte es que nunca, pero nunca, te mandes de una. El 4×4 no es para sacar pecho, hacerse el guapo y tratar de pasar por cualquier lado a fuerza de motor. No. Primero bajate y hacé un reconocimiento visual de la zona. Y después, si podés, intentá fijarte la consistencia del barro.
Una vez que tomaste los recaudos del caso, encará el tramo con decisión y prudencia, con la doble tracción conectada y, si es necesario, con la ayuda de la doble de baja (si tu 4×4 tiene). Nunca te mandes como un desaforado porque podés salpicar fango para todos lados y tapar el radiador; en ese caso, lo único que vas a lograr es que suba la temperatura del agua y vas a correr el riesgo de quemar la junta da la tapa de cilindros.
Como dice el dicho, cada maestrito tiene su librito. El nuestro aconseja atravesar el barro en una marcha baja, que te permita mantener el motor en un régimen de revoluciones alto (pero sin llegar a la zona roja del tacómetro eh) a velocidad constante y sin hacer movimientos en el volante muy bruscos porque sólo lograrías hundir más.
Un tema fundamental es el de las huellas, muy comunes en esta superficie. Cuando son poco profundas, conviene pasar sobre ellas porque ayudan a mantener la dirección. Pero si están muy marcadas el manual indica que conviene evitarlas porque podría tocar la panza y empeorar la situación.
Si habiendo tomado todas las precauciones del caso te quedás encajado igual, lo que se recomienda es no insistir en ir para adelante como una mula que no entra en razones. La huella va a ser más profunda y cada vez vas a estar más encajado. No es cuestión de hacerse el macho o de demostrar que estás al volante de un tanque de guerra. Soldado que huye sirve para otra guerra, dicen. Así que, en la medida de lo posible, reculá sobre tus pasos. Si está difícil, una primera opción es hamacar el vehículo poniendo primera y marcha atrás; pero atenti con la sincronización de las marchas, tampoco es cosa de dejar un engranaje en la batalla.
Si tenés un malacate y algún elemento que te sirva de punto de agarre, podés dormir con frazada.
Para encarar las curvas hay que tener mucho cuidado para que el vehículo no se te cruce. Aunque los volantes más expertos pueden llegar a disfrutar mucho de esta situación. Pero tomemos como parámetro al conductor promedio que va con su familia arriba de la camioneta. Digamos que no está como para ponerse en el lugar de Sebastian Loeb. Si se produce un derrape hay que controlarlo con el acelerador y nunca con el freno porque esto haría que se pierda el control sobre el vehículo.
Por último, siempre después de pasar por una zona embarrada hay que lavar el vehículo, especialmente la parte de abajo, para no correr riesgos con la corrosión.
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