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HISTORIAS DE LECTORES: ARGENTINA-CHILE POR AGUAS NEGRAS

POR LAS ALTURAS CON UN FIEL COMPAÑERO: FORD SIERRA GL 87

A días de Semana Santa, momento en el cual muchos deciden emprender alguna escapada, y aprovechando el aporte de los lectores, una de las alternativas para tomar el control del volante con rumbo cierto puede ser Aguas Negras. Un paso hacia Chile ubicado a unos 5.000 metro sobre el nivel del mar, que Paola Gómez recorrió a bordo de un fiel compañero: un Ford Sierra de 1987, experiencia que comparte en estas líneas.

Uniendo países: Por Pamela Gómez
Corría enero de 2004 y nos surgió la idea de recorrer distintas zonas de Argentina y Chile con el objetivo de “conocer toda Argentina y gran parte del país vecino” en diferentes viajes.

En ese momento, contábamos con nuestro Ford Sierra GL 1.6 modelo 1987, una rueda de auxilio, nuestro carnet del ACA, agua y algunas provisiones. No teníamos teléfono celular ni otro dispositivo electrónico que nos ayude a tener algún tipo de comunicación. Fue un viaje al estilo tradicional, sólo con las ganas de conocer y hacer camino al andar… y sentir que volvíamos a encontrarnos con la riqueza natural tan olvidada en el cemento urbano.
Luego de varios días y otros destinos que comentare en otro momento, nos encontramos en La Serena en la costa norte de Chile a la altura de San Juan –del lado argentino.

Como ya habíamos cruzado por el paso Cristo Redentor en Mendoza y queríamos seguir conociendo el Norte de Argentina, consultamos sí había algún paso internacional por esa localidad, y ahí fue cuando descubrimos el paso de Aguas Negras a 4765 mts. sobre el nivel del mar. Con la información básica, cargamos combustible en nuestro Sierra y partimos.

Luego de un breve recorrido en plano, comenzamos a subir rápidamente contemplando el mar desde las alturas. De pronto nos vimos inmersos en el interior de la Cordillera de los Andes.

El camino –recuerdo aún- era de ripio con algo de vegetación en el inicio, pero al sumergirnos en la Cordillera sólo quedó la compañía de la montaña pelada, teñida de diferentes óxidos de metal que por momentos fueron transformándose en un abanico de colores. Nos cautivó.

Luego de kilómetros de ascenso en los cuales sólo nos cruzamos con dos vehículos, llegamos al puesto fronterizo chileno. Tras un breve trámite, sorprendentemente comprobamos que desde el puesto fronterizo argentino se habían comunicado con el de Chile para informales que nos dirigíamos hacia allí. De no llegar en un período de tiempo “x” era porque seguramente habíamos tenido algun problema y, de ser, así, acudirían a nuestro rescate. (¡!)

De vuelta al camino, el ascenso seguía (ininterrumpidamente) hasta que nos encontramos con el lago de Agua Negra. Nos sorprendió gratamente ya que desconocíamos su existencia y fue un espectáculo increíble: Un espejo de agua inmóvil sólo rodeado de aridez y al final casi como emergiendo del fondo de las aguas una elevación de tierra con colores verdes, rojos, anaranjados… que parecían esperar a que una cámara los plasmara en una foto y los retuviera para siempre.

A partir de allí, el coche comenzó a sentir los síntomas del apunamiento. Se detuvo una vez, con la suerte de arrancar al momento y pudimos continuar con el viaje.

Avanzamos y en una cuesta, en primera, se detuvo nuevamente. En ese momento nos invadió el temor ya que estábamos solos. No nos habíamos cruzado con nadie en mucho tiempo. Luego de varios intentos arrancó una vez más.

Torciendo toda la dirección y con el poco espacio que nos ofreció el camino comenzamos a subir en zig zag para evitar alguna pendiente muy pronunciada. Así llegamos a un trecho algo plano y una vez que el corazón volvió al cuerpo. Seguimos camino pero las dificultades nuevamente se presentaron cuando lo que seguía era una sucesión de curvas ascendentes que parecían no tener fin.

Respiramos profundo y seguimos. En este tramo el ripio se transformó en canto rodado de grandes dimensiones que dibujaba un camino como el de una huella… con dos grandes depresiones a los lados y elevado en el centro.

Debido a nuestra experiencia anterior, con el apunamiento del motor aún presente, subimos la velocidad lo máximo que pudimos y encaramos la huella de piedras tocando la parte baja del paragolpes delantero y el bajo del coche… con la suerte de superar la prueba sin inconvenientes.

En ese punto se nos acercó y pasó un Peugeot 306, que al poco tiempo y en otra zona similar lo encontramos detenido en medio de la huella. Nos bajamos a empujarlo y en ese momento al hacer el esfuerzo sentimos el apunamiento nosotros también.

Una vez que se pusieron en marcha, saliendo de la huella, fueron ellos los que tuvieron que ayudarnos ya que al habernos detenido nos quedamos varados.

A partir de allí, lo que desde lejos parecían trozos de nieve perpetua se transformaron en unas formaciones conocidas como penitentes. Algo que habíamos escuchado hablar, pero nunca habíamos visto. El tramo del camino coincidió con inicio del descenso.

Ya habíamos pasado por el punto mas alto de la Cordillera y fue ahí donde más disfrutamos el camino… ya no estaba el temor de quedarnos varados en medio del camino.
El trayecto continuó enmarcado con los penitentes y un glaciar de aguas negras que se parecía más a una pared (de dos metros de altura) al borde del camino.

Conmovidos nuevamente por el espectáculo que la naturaleza nos volvió a ofrecer, y casi con algo de pena por abandonarlo, seguimos viaje por un típico camino de ripio hasta que llegamos al puesto fronterizo argentino. Allí nos reencontramos con el asfalto que nos llevó al centro de la ciudad de San Juan donde llegamos con unos kilos extras de polvo pero con la satisfacción de haber superado una dura prueba para un auto que hizo notar su garra y que nos acompañó en este y en los siguientes kilómetros.

Recorrimos en total 13.700 km que se sumaron a otros miles más (en años anteriores y posteriores) y que nos permitieron conocer todo nuestro país y algunos vecinos. Fue nuestro gran compañero de viaje que nunca nos defraudó.

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