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UN FIERRERO DE LEY

La pantalla lo contaba en el desayuno y parecía mentira. Pappo, el ídolo del rock nacional, había fallecido tras un accidente con su moto en Luján. Los metaleros no lo podían creer. Los fierreros tampoco.

El guitarrista se había ganado un lugar en el automovilismo a base de pasión. Intentó en varias oportunidades ser piloto, se armaba los autos en su taller de La Paternal e iba a los autódromos con su micro de Riff y el auto de carreras enganchado atrás. Y así como era un eximio músico moviendo los dedos por el diapasón de la guitarra, no se destacaba moviendo las manos sobre el volante.

Una vez, en ocasión de una competencia de Supercart y luego de clasificar 26º, Pappo preguntó: “¿Cómo quedé?”. “26º”, le contestaron. “¿Cuántos somos?”, volvió a consultar. “27”, le respondieron. “Estamos bien entonces”, tiró.

El Carpo, hijo de un mecánico que hacía reformas en autos de calle en el taller “Napolitano Hermanos”, comenzó a competir en el Club Argentino de Pilotos y continuó en Supercart, TC Pista y GTA, donde hizo su único podio: llegó tercero en La Pampa. “Nunca fui a correr para ganar ni para perder. Iba a dar vueltas porque me gusta andar rápido en un lugar donde todos andan rápido”, comentaba en una nota.

Amante de Chevrolet y Harley Davidson, Pappo era un fierrero de ley. Hace 11 se fue de gira. Se lo extraña, tantos en los escenarios como en los autódromos. Por fortuna quedó su obra. Que sea rock.

Por Diego Daorden

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