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CINE: FORD GRAN TORINO

ASI EN LA VIDA COMO EN EL CINE

Sin pretender abrir un espacio dedicado al cine -cierto es que cada vez que hay alguna noticia relacionada con los autos no podemos mantenernos al margen-, estas líneas vienen a título de la última película del admirado Clint Eastwood, precisamente por la correlación que mantiene el veterano actor –en la piel de Walt Kowalski – con su vehículo, un Ford Gran Torino del año 72 que mantiene en exquisito estado de conservación y originalidad, y las referencias que se hacen de la industria automotriz a lo largo del celebrado film.

Me confieso admirador de Clint en su fase de director, por lo que mi subjetividad manifiesta aflorará cada dos líneas y no me preocupa: es ese tipo de director al que se acude sin preámbulos; y, precisamente, en Gran Torino vuelve a demostrarnos como el paso del tiempo, lejos de anquilosarlo, lo muestran activo, sensible y sabio.

Más allá de la historia en sí y del final –que no revelaremos acá- lo cierto es que para todos los que “respiramos” por los autos 24 horas por día resulta imposible obviar el subtexto al que hace referencia la película y marca –en el contexto de la peor crisis que deben afrontar los tres grandes monstruos Detroit- una forma de sentir y de pensar del americano medio, para quien las utopías –casi como el muro europeo- también se desvanecen.

Mr. Kowalski es un hosco jubilado, ex combatiente de Corea y también ex operario de la Ford que conserva en intachable estado (y aborreciendo del tuning…) un increíble Ford Grand Torino Sport, motor V8, verde con franjas doradas, una unidad que -como se encarga de aclarar- él mismo le colocó el sistema de dirección en la línea de montaje.

Ese hombre, recientemente viudo, racista y al que personas de otras etnias empiezan rodear, ve como su barrio (parábola de la clase media americana) en los suburbios de Detroit, (dónde podría ser sino), deja de ser lo que era.

Para sumar tensión aborrece de la decisión de uno de sus hijos de vender y usar autos japoneses –específicamente una Toyota Land Cruiser V8-, como si ya no importara el “compre americano” que había sido motor de la sociedad y motor de su progreso.

Walt representa una época y un estrato social que está resquebrajándose día a día y ya empieza a tener olor a rancia decadencia: el barrio, la vida, ya no es lo que era. Pero tampoco el país, ni la cultura ni los valores.

¿Más giros?: Eastwood en su personaje se encarga de correr a los pandilleros del barrio arriba de una clásica pick up Ford de los setenta (recordemos que las camionetas son el segmento más vendido en ese país)… mientras los “malos y amarillos” asolan al barrio sobre un Honda Civic convenientemente “customizado” para horror de los puristas.

En tono, al fin y al cabo, de drama, Eastwood trata de recuperar –a cuestas de sus fantasmas- un mundo que ya no existe. A fuerza de valentía y escopeta intenta atrapar un tiempo que se esfumó, valores que ya nadie tiene o respeta.

Viejo Clint, lo hiciste de nuevo.

EL GRAN TORINO DEL VIEJO “KOWALSKI”
El Ford Torino es un automóvil de corte deportivo que comenzó a fabricarse en 1968 para reemplazar el modelo Fairlane (nada que ver con el que conocimos por estas pampas). De mayores dimensiones y peso, alcanza mejores prestaciones y montó la familia de impulsores V8 de la casa del óvalo con potencias que iban de los 300 a los 427 CV.
El modelo de 1972 presentaba algunos cambios tendientes a actualizarlo y sobresalía la mayor amplitud en la parrilla, unos parantes más finos que sin embargo, aseguran, no disminuía la rigidez torsional y nuevas ópticas traseras.
De las 14 versiones (entre dos y cuatro puertas y convertibles) que se podía disponer en 1971 se redujeron a nueve en 1972. A los modelos inicio de gama se los reconocía por “ Torino" y los de gama intermedia como. Específicamente el Gran Torino Sport, sucedió al Gran Torino GT. Ford ofrecía dos variantes de suspensión, una más familiar y otra más deportiva y sobresalía su circuito de frenos con discos delanteros, único en su segmento.

FORD Y LOS AUTOS QUE
 DEJARON HUELLA EN LA PANTALLA
Sin caer en la cuenta de autos que secundan las andanzas de los protagonistas –el caso de las sagas de James Bond, o “El transportador”– y obviando aquellas del tipo “Volver al futuro” donde se deforma a, un pobre Delorean, o la exitosa Cars dentro del cine animado; hay que reconocer que Ford tiene en su haber algunos episodios imborrables en las mentes de los cinéfilos y que merecen citarse en este matrimonio entre celuloide y caballos de fuerza.
Seguro que omitiremos algún “imperdible” (dejamos el correo abierto para reflotar sugerencias) pero nos permitiremos recordar aquellas donde los autos pasan a formar parte de la trama en las historias y no son meros acompañantes.
¿Cómo olvidar la primera gran persecución filmada por el inefable Steve McQueen a bordo de su Ford Mustang 390 GT en Bullit?; ¿No dio pena el final de Thelma y Louise (Susan Sarandon y Geena Davis) cuando a principios de los ´90 escapaban a todo saltando al vacío con el (también) Ford Thunderbird -¿era de año 1966?-; más atrás en el tiempo, ¿Cómo no traer a la memoria el Ford V-8 Sedan descapotable (1932) que permitía materializar (hasta su mismísimo fin) las andanzas de Bonnie & Clyde, protagonizados en 1967 por Faye Dunaway y Warren Beatty?.

EL OTRO GRAN TORINO
Hubo otro famoso Ford Gran Torino, el de 1975, que ganó fama y celebridad en las calles de California (…aunque en TV se hacía referencia a un lugar llamado Bay City) chirriando gomas a lo loco: el bólido rojo de franjas blancas que transportaba a Starsky y Hutch era parte indisoluble de la trama. ¿Quién puede olvidar las andanzas de Dave Starsky (Paul Michael Glaser) y Ken “Hutch” Hutchinson (David Soul)?
Esa versión del Gran Torino (auténtica debilidad del detective Starsky, que además no aceptaba dobles en las escenas de conducción, excepto las que exigían riesgo mayor) tenía un motor V8 de 6.6 litros entregaba 400 CV.
La marca llegó a vender en 1976 –a menos de u$s5.000 de la época- unas 1.000 unidades “clones” del que castigaban en la serie; otros aseguran que no había dos idénticos y que diferían por la banda blanca que lo cruzaba. La película homenaje del 2004 (esta vez con Ben Stiller y Owen Wilson) recupera uno de los mil autos fabricados. De los que se habían utilizado en la filmación no sobrevivía ninguno...
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